Wassily Kandinsky es uno de los nombres más célebres del arte contemporáneo. Distinguido durante mucho tiempo con el apelativo de “padre de la abstracción”, logró revolucionar el panorama estético de todo el siglo XX. Incluso los detractores de este movimiento pictórico reconocen su apellido y algunas de sus obras más notables.

Es uno de esos pocos artistas que han alcanzado un estatus imperecedero. Que residen en la percepción colectiva como pilares fundamentales de la cultura. Sin cuya aportación, nuestra forma actual de entender el arte no sería -para nada- la misma.

No obstante, por inimaginables que nos resulten las Vanguardias sin las composiciones abstractas del pintor ruso, durante la mayor parte de su juventud, el propio Kandinsky nunca se imaginó pintando. 

Wassily Kandinsky: Composición VII (1913) óleo sobre lienzo, Galería Tretyakov, Moscú. Según el propio artista, la obra más compleja pintada por él.

Wassily Kandinsky: Composición VII (1913) óleo sobre lienzo, Galería Tretyakov, Moscú. Según el propio artista, la obra más compleja pintada por él.

 

Cuando Kandinsky escuchó la llamada del color 

Iba para abogado. Como hijo de un próspero comerciante de té de la Rusia zarista, Wassily aprendió a apreciar el color del dinero y a anclarse en la practicidad de su época. No podía decepcionar a sus padres que, aun habiéndose separado, habían hecho lo imposible por brindarle la mejor educación disponible.

Estudió derecho y economía en la Universidad estatal de Moscú y obtuvo un puesto de profesor de derecho romano en la Universidad de Dorpat (hoy Tartu, Estonia). En 1896, Wassili Kandinsky tenía 30 años y un futuro de honores académicos esperándolo. 

Pero, cuando pensaba que el resto de su vida ya estaba resuelto, el joven se topó con la visión de su verdadero destino. Como contábamos en un artículo anterior, éste vestía la forma del Lohengrin de Wagner (una ópera concebida como obra de arte total) y de una improbable exposición impresionista, celebrada en Moscú.

Visitándola, Kandinsky se dejó deslumbrar por un cuadro de Monet sobre el que, años más tarde, recordaría: El catálogo me informó que era un pajar. No pude reconocerlo. Este no-reconocimiento fue doloroso para mí. Consideré que el pintor no tenía derecho a pintar indistintamente. Sentí débilmente que faltaba el objeto de la pintura. Y noté con sorpresa y confusión que la imagen no solo me cautivó, sino que se grabó irremediablemente en mi memoria. La pintura adquirió un poder y un esplendor de cuento de hadas.”

Claude Monet: Almiar cerca de Giverny (1889) óleo sobre lienzo, Museo Pushkin, Moscú.

Claude Monet: Almiar cerca de Giverny (1889) óleo sobre lienzo, Museo Pushkin, Moscú.

 

Por amor al arte

Dicen que lo que nos llama la atención en otros, de alguna manera, ya existe en nuestro interior. Frente a aquella mezcla de colores vibrantes, Kandinsky debió de intuir esta verdad.

No le hizo falta mucho más. Aturdido por el sutil descubrimiento de la magia del lienzo de Monet, el treintañero decidió abandonarlo todo e ir en pos de una corazonada. Sentía que debía pintar. 

Y eso fue suficiente para renunciar al puesto de profesor universitario, dejar atrás a su esposa y mudarse a Múnich. Olvidarse de todo lo que había construido y empezar de cero. Con la valentía de quien cree ciegamente en que tiene un propósito que cumplir.

Sabía que debía ser artista. Pero los examinadores de la Academia de Arte no lo tenían tan claro… Rechazaron su candidatura sin un segundo pensamiento, por lo que Kandinsky se vió obligado a buscar formación en otro lado.

Ingresó en la escuela privada del pintor realista Anton Azbe, que incitaba a cada uno de sus alumnos a encontrar su propio estilo.  Una idea que el ávido aprendiz pondría en práctica durante el resto de su vida.

Eventualmente (en 1900) logró entrar en la Academia, bajo la supervisión del artista simbolista Franz von Stuck. Éste consideró que la paleta empleada por Wassily era demasiado brillante y le obligó a pintar a base de grises durante un año, en un intento de encaminarlo por el “buen gusto” aceptado en la época.

Wassily Kandinsky: El jinete azul (1903) óleo sobre lienzo, Colección privada.

Wassily Kandinsky: El jinete azul (1903) óleo sobre lienzo, Colección privada.

 

 

Kandinsky y su camino hacia la abstracción

Pero llegaba tarde. Kandinsky ya había encontrado su camino y lo estaba siguiendo con fiera dedicación. Pintaba paisajes coloridos, de una intensidad casi fauvista, inspirados en el folclore ruso y alemán.

Rememoraba la magia de los cuadros impresionistas y, junto a otros artistas, fundó el grupo Phalanx, cuyo propósito era introducir esta vanguardia francesa en el tradicional ambiente de Munich.

Se enamoró de su compañera, la pintora Gabriele Münter, con la que emprendió un tour por varios países de Europa y de África, participando en exposiciones y buscando depurar su estilo.

También se asoció a otros grupos como La rosa azul (formado por simbolistas de Moscú) y El jinete azul (que transformó el expresionismo alemán).

Las obras realizadas durante estos años ya apuntan una clara tendencia hacia la abstracción, como también lo hace la teoría que expone en De lo espiritual en el arte, libro publicado en 1911.

Wassily Kandinsky: Sin título / Primera acuarela abstracta (1910) lápiz, acuarela y tinta sobre papel, Centro Pompidou, París.

Wassily Kandinsky: Sin título / Primera acuarela abstracta (1910) lápiz, acuarela y tinta sobre papel, Centro Pompidou, París.

 

Kandinsky: revolución y síntesis

Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) le hizo volver a su Rusia natal y dedicarse a causas más sociales como colaborar en la reforma de los museos estatales y en la educación que éstos daban al pueblo que estaba haciendo su revolución.

Una etapa en la que dejó la pintura de lado para trabajar con ahínco en la liberación mental y estética de la sociedad que le había visto nacer y que, por fin, había logrado romper sus cadenas feudales. Grande debió de ser su desilusión al darse cuenta de que esto había sido sólo para sustituirlas por otras, más modernas y mejor forjadas. 

Sus ideas espirituales y expresionistas no encajaban bien con el materialismo marxista, que los miembros más radicales del Partido imponían como doctrina única. 

Con 56 años y el corazón en un puño, Kandinsky se vio obligado a dejar otra vez su casa y partir hacia la derrotada Alemania, donde ingresó en la Bauhaus como profesor. 

Aquí halló unos años productivos, que le permitieron reflexionar acerca de las formas puras y la manera en la que se unen para crear composiciones. En 1926 publicó Punto y línea sobre el plano, un libro que aporta claves maestras sobre el diseño gráfico y que le consagró como teórico del arte.

Pero esta etapa tampoco duró demasiado. Los nazis llegaron al poder y la Bauhaus quedó disuelta. Ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a Francia. Alquiló un pequeño apartamento en París donde montó su estudio.

Empezó a interesarse por los avances científicos y a plasmarlos sobre el lienzo. Sus obras de estos años reflejan formas más orgánicas y libres que, a la manera de los organismos microscópicos que viven en el cuerpo, reflejan la vida interior del artista. 

Wassily Kandinsky: Composición X (1939) óleo sobre lienzo, Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen, Düsseldorf.

Wassily Kandinsky: Composición X (1939) óleo sobre lienzo, Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen, Düsseldorf.

 

Sinestesia y espiritualidad 

Una vida de una inmensa riqueza, influida por la espiritualidad contenida en la Teosofía y por su particular manera de percibir el mundo. 

Una existencia dedicada al arte y a una pintura que ayude a comprender el Universo como un todo inteligente, donde cada elemento integrante tiene un valor y un propósito.

En las obras de Kandinsky, los colores resuenan como las teclas de un piano, cada uno con una vibración y una calidez diferente. Las formas puras se elevan al grado de héroes épicos que llevados al lienzo, se despliegan en batallas cosmogónicas. El azul y el amarillo, el triangulo y el círculo se armonizan para crear sinfonías visuales. 

Como él mismo afirmaría: “Cada cuadro encierra misteriosamente toda una vida, toda una vida con muchos sufrimientos, dudas, horas de entusiasmo y de luz. ¿Hacia dónde clama el alma del artista, si también participó en la creación? ¿Qué proclama?”

Proclama, quizás, una comprensión más profunda de los elementos primarios que nos rodean. Un camino que lleva a las entrañas del espíritu humano. Y una ventana hacia el alma de otros, exponiendo la propia con sobresaliente determinación.

Wassily Kandinsky: Amarillo-rojo-azul (1925) óleo sobre lienzo, Musée National d'Art Moderne, París.

Wassily Kandinsky: Amarillo-rojo-azul (1925) óleo sobre lienzo, Musée National d’Art Moderne, París.

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