Historias detrás de las obras de arte

La Lluvia Dorada, Dánae (1907). Gustav Klimt.

Klimt , el genio de la sensualidad, sostiene que toda obra de arte es erótica. No existen muchas obras de arte con una sensualidad tan conmovedora como la que podemos observar en este cuadro. La lluvia dorada no es ni más ni menos, que la representación de Zeus como una lluvia de oro entre los muslos de Dánae haciéndole el amor, así es descrito en la mitología griega.

Dánae es la bellísima hija de Acrisio y Eurídice. Cuenta la leyenda que a su padre, el oráculo le vaticina la muerte en manos de su nieto, el cual aún no había nacido.
A Acrisio se le ocurre la brillante idea de que su nieto no nazca. Tomando la decisión de encerrar a Dánae en una cámara de bronce, para que no pueda conocer a ningún hombre.
Cómo todo mal plan, no surtió efecto, pasó algo inevitable. En la belleza de Dánae se había fijado Zeus, y presentándose como una lluvia de oro seduce a la joven y la deja encinta. De ésta entrega de amor nacería Perseo. (El cual más adelante realizaría grandes hazañas como cortar la cabeza a Medusa).
Al enterarse de la existencia de Perseo, Acrisio abandona a su hija y a su nieto en un cofre a la deriva en el mar. Ni que decir tiene que ahí estaba Zeus para salvar a la mujer que amaba y al fruto de ese amor.
Pasan los años y Perseo regresa a Argos, el abuelo huye a Larisa para evitar la profecía. El destino, las profecías del oráculo, el azar… llevarían de una forma caprichosa al encuentro de Abuelo y nieto. Un día Acrisio asiste a la celebración de unos juegos sin saber que su nieto participa. En la prueba de lanzamiento de disco un golpe de viento desvía el lanzamiento de Perseo, yendo a caer en la mismísima cabeza de su abuelo.  cumpliéndose el fatal desenlace de esa crónica ya anunciada.
Volviendo a la obra, observamos que Dánae, por más que es encerrada en una cámara “inexpugnable”, tiene su romance de todos modos y no sólo quedará embarazada, sino que vemos en ella esa expresión de vivir el placer sin culpas.
En una época (principios del Siglo XX) de fuerte represión del deseo y la sexualidad femenina, Klimt desafía la moral y las costumbres, suele pintar en sus cuadros a la mujer no sólo bonita, portadora de belleza, sino que además la pinta sensual, erótica y, sobre todo, mostrándose con descaro, desafiante, poderosa, lista para arrasar con los viejos mandatos sociales y tomar el lugar que le pertenece en el mundo.

Conclusión: intentar burlar los vaticinios del oráculo no tiene sentido alguno, ya que éstos se cumplirán aún de la manera más disparatada que podamos imaginar.

La Lluvia Dorada, Dánae (1907). Gustav Klimt.

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